Los tiempos políticos parecen haberse acelerado, impensadamente, para Mauricio Macri. El jefe porteño tenía pensado madurar su candidatura presidencial en los próximos seis meses, para arrancar el verano del 2011 a paso firme. Pues bien, no tendrá tiempo para aquella maduración: antes que concluya el año, tal vez, la suerte de su proyecto esté echada . Dependerá del rumbo político y judicial que tome la causa del espionaje que lo tiene en jaque, con el procesamiento del juez Norberto Oyarbide y la ratificación que hizo la semana pasada la Cámara Federal.
En el campamento macrista es fácil escuchar en estas horas una frase cuya autoría corresponde a Néstor Kirchner: “Lo que viene es a todo a nada” , repiten dirigentes porteños. En esa lógica similar hay, sin embargo, una diferencia: el ex presidente va siempre en la búsqueda de aquella lógica extrema; a Macri, en cambio, no le ha quedado más remedio por los reveses que sufrió en el plano judicial y la excesiva confianza que depositó en una sola carta política , su refriega pública con Kirchner.
Esa apuesta se mantendrá invariable porque demostró ser taquillera en los meses pasados. El procesamiento de Oyarbide fue interpretado, sin vueltas, como una maniobra del ex presidente. Si sobre algo no existen dudas, es la connivencia de intereses entre el juez y el Gobierno. El horizonte se complicó cuando la Cámara ratificó por unanimidad la decisión de Oyarbide. ¿Pudieron los tres jueces haberse confabulado contra Macri en favor de Kirchner? El interrogante habría empezado a sembrar dudas en la opinión pública y forzado a Macri a diversificar estrategias. El foco colocado siempre sobre Kirchner se desplazó hacia la Justicia, el Congreso, la Legislatura de la Ciudad y todo el arco opositor.
El trámite judicial es enrevesado y pedregoso. Macri pidió llegar con rapidez al juicio oral y público para aclarar un episodio que, a juicio suyo, constituye sólo un invento de Kirchner. Presentó ese pedido como una determinación desafiante cuando, en realidad, se le habían cerrado otros rumbos.
Para concurrir a la Cámara de Casación, por caso, debió solicitar primero la nulidad del procesamiento dictado en dos instancias. Un requerimiento casi condenado al fracaso, al margen de las deficiencias argumentales que el jefe de porteño subraya en la decisión del juez y de la Cámara Federal.
Otra línea con la Casación descansaría en la recusación presentada por Macri contra Oyarbide. Esa recusación fue rechazada por el propio juez y por la Cámara, aunque la Cámara haría lugar a la elevación del recurso a la Casación.
Cualquiera de los procedimientos demandaría mucho tiempo. El tiempo es ahora lo que perjudica a Macri y beneficia a Kirchner.
Tampoco la posibilidad del juicio oral podría ser rápida y expeditiva . Al jefe porteño se le haría cuesta arriba el proyecto presidencial cargando con un procesamiento irresuelto en sus espaldas. Por esa razón, habría decidido activar todos los resortes de la política.
El reclamo del juicio oral es una maniobra con ese sello. También la iniciativa, junto a la oposición, de empujar los casos de espionaje denunciados en la Argentina a la Comisión Bicameral del Congreso que fiscaliza a la SIDE. Esa Comisión dispone de una flamante mayoría y jefatura opositora.
La idea, por otra parte, le permitiría rehacer puentes con sus aliados (el PJ disidente) y sectores de la oposición, que resultaron astillados con la ratificación del procesamiento que dictó la Cámara. Elisa Carrió avaló el fallo de los tres jueces pero quiere también comprometer a los Kirchner por la supuesta existencia de un Estado policial. Felipe Solá se ha subido al mismo tren después de que algunas declaraciones suyas despertaran resquemores en el macrismo. “Felipe dijo que le llamó la atención que los tres jueces fallaran contra Macri. Pero no le soltó la mano a nadie”, aclararon en su entorno.
A todos ellos los empuja el mismo motor: que ni Oyarbide ni la Cámara se hayan ocupado de investigar y aclarar, en el caso de espionaje que golpea a Macri, el papel del ex agente de la SIDE, Hugo Alvarez. Está comprobado que Alvarez fue, al parecer a instancia de un funcionario del gobierno kirchnerista, quien avisó al dirigente de la comunidad judía, Sergio Burstein, que su teléfono estaba intervenido.
El jefe porteño perseguiría otra meta: enredar en el caso a Franco Macri . Su padre confesó que había contratado una red de espías, en la cual estaba el controvertido Ciro James, para vigilar a su yerno. Esa prueba fue utilizada por la Justicia contra su hijo. Mauricio soñaría con un impacto doble: embretar a su padre y, de paso, salpicar a los Kirchner.
La política parece estar dándole la extremaunción a una traumática relación familiar.
En la Ciudad, Macri necesitaría menos de sus aliados que en el plano nacional para capear la tormenta. Los enemigos acérrimos que tiene –que piden su renuncia o su licencia– se reparten entre el kirchnerismo y la centroizquierda, que recuerdan siempre cómo el macrismo ayudó a hacerle la vida imposible a Aníbal Ibarra, después de la tragedia de Cromañon.
La formación de una Comisión Investigadora por el caso del espionaje en la Ciudad tal vez progrese, pero primero debería ser analizada en Comisión. Ni el juicio político ni la interpelación parecen tener tampoco un destino próximo.
Para llegar a esa instancia, la oposición en la Ciudad debería reunir los dos tercios. Es decir, 40 votos sobre un total de 60. El macrismo duro posee 24 y cuenta con 5 ó 6 aliados fiables. Aquellos dos tercios serían una quimera.
Hay macristas que conjeturan que el jefe porteño debería correr el albur del juicio político y tumbarlo en la Legislatura con un sistema de pactos inteligente.
Eso lo catalputaría, definitivamente, en la carrera presidencial. También podría dejarlo en ruinas.
Otros sostienen que, ya mismo y contra la adversidad, debería proclamarse candidato . Macri depende de un fino hilván de alianzas –no tanto de su voluntad– para empujar ese proyecto. Sus aliados preferirían primero que el horizonte político y judicial se despeje.
Ninguna de las alternativas para el jefe porteño asoma sencilla. No hay líneas rectas: sólo curvas detrás de las cuales le aguarda un abismo.
Fonte - Eduardo Van Der Kooy
En el campamento macrista es fácil escuchar en estas horas una frase cuya autoría corresponde a Néstor Kirchner: “Lo que viene es a todo a nada” , repiten dirigentes porteños. En esa lógica similar hay, sin embargo, una diferencia: el ex presidente va siempre en la búsqueda de aquella lógica extrema; a Macri, en cambio, no le ha quedado más remedio por los reveses que sufrió en el plano judicial y la excesiva confianza que depositó en una sola carta política , su refriega pública con Kirchner.
Esa apuesta se mantendrá invariable porque demostró ser taquillera en los meses pasados. El procesamiento de Oyarbide fue interpretado, sin vueltas, como una maniobra del ex presidente. Si sobre algo no existen dudas, es la connivencia de intereses entre el juez y el Gobierno. El horizonte se complicó cuando la Cámara ratificó por unanimidad la decisión de Oyarbide. ¿Pudieron los tres jueces haberse confabulado contra Macri en favor de Kirchner? El interrogante habría empezado a sembrar dudas en la opinión pública y forzado a Macri a diversificar estrategias. El foco colocado siempre sobre Kirchner se desplazó hacia la Justicia, el Congreso, la Legislatura de la Ciudad y todo el arco opositor.
El trámite judicial es enrevesado y pedregoso. Macri pidió llegar con rapidez al juicio oral y público para aclarar un episodio que, a juicio suyo, constituye sólo un invento de Kirchner. Presentó ese pedido como una determinación desafiante cuando, en realidad, se le habían cerrado otros rumbos.
Para concurrir a la Cámara de Casación, por caso, debió solicitar primero la nulidad del procesamiento dictado en dos instancias. Un requerimiento casi condenado al fracaso, al margen de las deficiencias argumentales que el jefe de porteño subraya en la decisión del juez y de la Cámara Federal.
Otra línea con la Casación descansaría en la recusación presentada por Macri contra Oyarbide. Esa recusación fue rechazada por el propio juez y por la Cámara, aunque la Cámara haría lugar a la elevación del recurso a la Casación.
Cualquiera de los procedimientos demandaría mucho tiempo. El tiempo es ahora lo que perjudica a Macri y beneficia a Kirchner.
Tampoco la posibilidad del juicio oral podría ser rápida y expeditiva . Al jefe porteño se le haría cuesta arriba el proyecto presidencial cargando con un procesamiento irresuelto en sus espaldas. Por esa razón, habría decidido activar todos los resortes de la política.
El reclamo del juicio oral es una maniobra con ese sello. También la iniciativa, junto a la oposición, de empujar los casos de espionaje denunciados en la Argentina a la Comisión Bicameral del Congreso que fiscaliza a la SIDE. Esa Comisión dispone de una flamante mayoría y jefatura opositora.
La idea, por otra parte, le permitiría rehacer puentes con sus aliados (el PJ disidente) y sectores de la oposición, que resultaron astillados con la ratificación del procesamiento que dictó la Cámara. Elisa Carrió avaló el fallo de los tres jueces pero quiere también comprometer a los Kirchner por la supuesta existencia de un Estado policial. Felipe Solá se ha subido al mismo tren después de que algunas declaraciones suyas despertaran resquemores en el macrismo. “Felipe dijo que le llamó la atención que los tres jueces fallaran contra Macri. Pero no le soltó la mano a nadie”, aclararon en su entorno.
A todos ellos los empuja el mismo motor: que ni Oyarbide ni la Cámara se hayan ocupado de investigar y aclarar, en el caso de espionaje que golpea a Macri, el papel del ex agente de la SIDE, Hugo Alvarez. Está comprobado que Alvarez fue, al parecer a instancia de un funcionario del gobierno kirchnerista, quien avisó al dirigente de la comunidad judía, Sergio Burstein, que su teléfono estaba intervenido.
El jefe porteño perseguiría otra meta: enredar en el caso a Franco Macri . Su padre confesó que había contratado una red de espías, en la cual estaba el controvertido Ciro James, para vigilar a su yerno. Esa prueba fue utilizada por la Justicia contra su hijo. Mauricio soñaría con un impacto doble: embretar a su padre y, de paso, salpicar a los Kirchner.
La política parece estar dándole la extremaunción a una traumática relación familiar.
En la Ciudad, Macri necesitaría menos de sus aliados que en el plano nacional para capear la tormenta. Los enemigos acérrimos que tiene –que piden su renuncia o su licencia– se reparten entre el kirchnerismo y la centroizquierda, que recuerdan siempre cómo el macrismo ayudó a hacerle la vida imposible a Aníbal Ibarra, después de la tragedia de Cromañon.
La formación de una Comisión Investigadora por el caso del espionaje en la Ciudad tal vez progrese, pero primero debería ser analizada en Comisión. Ni el juicio político ni la interpelación parecen tener tampoco un destino próximo.
Para llegar a esa instancia, la oposición en la Ciudad debería reunir los dos tercios. Es decir, 40 votos sobre un total de 60. El macrismo duro posee 24 y cuenta con 5 ó 6 aliados fiables. Aquellos dos tercios serían una quimera.
Hay macristas que conjeturan que el jefe porteño debería correr el albur del juicio político y tumbarlo en la Legislatura con un sistema de pactos inteligente.
Eso lo catalputaría, definitivamente, en la carrera presidencial. También podría dejarlo en ruinas.
Otros sostienen que, ya mismo y contra la adversidad, debería proclamarse candidato . Macri depende de un fino hilván de alianzas –no tanto de su voluntad– para empujar ese proyecto. Sus aliados preferirían primero que el horizonte político y judicial se despeje.
Ninguna de las alternativas para el jefe porteño asoma sencilla. No hay líneas rectas: sólo curvas detrás de las cuales le aguarda un abismo.
Fonte - Eduardo Van Der Kooy
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